Durante el noviazgo, las nuevas generaciones comienzan a entender el verdadero sentido de la intimidad, del mutuo conocimiento y del compromiso. Ya se están dejando de confundir las relaciones íntimas sexuales con las relaciones prematrimoniales en la que se hace una entrega confiada a base de lazos afectivos en donde se aporta placer,seguridad, aceptación, bienestar, respaldo, compañía, que en algunos casos nos llevan al matrimonio.
Para que este proyecto en común funcione, es necesario tener en cuenta la satisfacción de las necesidades de la pareja, es decir, facilitar su desarrollo, su cumplimiento personal y profesional, las relaciones sociales, las ilusiones y el enriquecimiento individual y el pleno disfrute intimo y sexual de ambos.
Siendo necesario tener unas buenas habilidades de comunicación que ayuden a la expresión de nuestros sentimientos y, como no, una psicoeducación sexua para ambos que facilite la armonía entre la pareja, evitando de este modo fuentes de conflicto en los que pueden predominar la ansiedad, la depresión, las disfunciones sexuales e incluso las adicciones.
Las relaciones sexuales suponen uno de los ámbitos más vulnerables y vulnerantes del matrimonio. Nuestro sexo es algo frágil, exigente y sensible a variables externas como son: los hijos, las dificultades económicas, las relaciones familiares conflictivas, problemas laborales, la presencia de padres o suegros en el hogar y el cansancio de la jornada diaria. Estas variables hacen de la cama un espacio facilitador de discusión en lugar de un espacio para el descanso y el placer.
Si por el contrario, nuestra vida diaria discurre de forma armoniosa y amistosa, seguramente nuestra relación sexual será satisfactoria, y en el caso de que surja algún problema en «esta comunicación corporal de expresión de emociones», éste será más fácilmente subsanado.